miércoles, 21 de enero de 2009

Tiempo del hombre de Atahualpa Yupanqui

La partícula cósmica que navega en mi sangre
es un mundo infinito de fuerzas siderales.
Vino a mi tras un largo camino de milenios
cuando, tal vez, fui arena para los pies del aire.

Luego fui la madera, raiz desesperada.
Hundida en el silencio de un desierto sin agua.
Luego fui caracol, quien sabe donde.
Y los mares me dieron la primera palabra.

Despues, la forma humana desplegó sobre el mundo
la universal bandera del músculo y la lágrima.
Y brotó la blasfemia sobre la vieja tierra.
Y el azafrán, y el tilo. La copla y la plegaria.

Entonces vine a America para nacer un Hombre.
Y en mi junté la pampa, la selva y la montaña.
Si un abuelo llanero galopó hasta mi cuna,
otro me dijo historias en su flauta de caña.

Yo no estudio las cosas, ni pretendo entenderlas.
Las desconozco, es cierto, pues ante viví en ellas.
Converso con las hojas en medio de los montes
y me dan su mensaje las raices secretas.

Y asi voy por el mundo, sin edad ni destino.
Al amparo de un cosmos que camina conmigo.
Amo la luz, y el río, y el camino, y la estrella.
Y florezco en guitarras, porque fui la madera.

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