martes, 6 de enero de 2009

Pico a pico de Carlos Loray

En el último potrero de la estancia La Amarilla
estaba Juan Cabanilla cambiando un torniquetero,
cuando al grito de los teros medio bordeando el camino,
en un lobuno barcino venía Clarito Esquivel
puestero también como él, pero del campo vecino.

Como viejos conocidos se saludaron atentos
y en camperazo acento entraron a hablar tupido,
de los casos conocidos,de toros, de pariciones,
de padrillos, de galpones, de cosas sin importancia,
del trabajo de la estancia y el trato de los patrones.

Hablaron de las cosechas, de semillas importadas,
de las grandes tractoreadas y de las melgas derechas.
De lo bien que se aprovecha el campo con los boyeros,
de molinos, bebederos, caminos y terraplenes,
de la yerras que se vienen, de lazos y de terneros.

Hablaron de tiempos duros, del precio del almacén,
y de la muerte también de la esposa de Don Arturo.
De los chicos, y el apuro pa' mandarlos a la escuela,
del julepe'e doña Nela cuando al cruzar las vías
le echó viento el otro día el tren que va pa' Cañuelas.

Hablaron cuasi a las risas con maliciosa jarana
del pobre chueco Maidana que lo dejó La Petisa,
del platal que se precisa pa' facturar este invierno,
de los cochazos modernos que cambia el hijo 'el patrón,
del último ventarrón y del rumbo del gobierno.

Hablaron tanto y tupido hasta que el buche molesto,
le hizo acordar que en el puesto está el puchero servido.
Apuraron un despido como quien hace algo malo
y a lo peludo e' regalo cayeron justo a comer,
Clarito sin recorrer y Juan sin cambiar el palo.

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