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viernes, 14 de agosto de 2009

EL CONSCRIPTO de Héctor Gagliardi

Le sucedió a fulanito,
el nombre no viene al caso,
de veinte años escasos,
de presumir el mocito,
y a pesar de los escritos,
que presento un abogado,
por un año lo mandaron,
a vestirse de conscripto...

La madre se desmayó,
y las hermanas lloraron,
el día que comprobaron,
que el doctor no lo salvó,
y él que siempre se peinó,
con jopo y a dos cepillos,
le pasaron el rastrillo,
y sin melena quedó...

Empezó a comprobar,
de que el sol sale temprano,
y un matecito en la mano,
para poder despegar,
nadie lo viene a sebar,
porque alla no esta la vieja,
que te acaricie la oreja,
para hacerte levantar...

Se le acabó la carne dura,
y que esto me hace mal,
y que tiene poca sal,
y a mi no me den verduras,
porque apretar la cintura,
un día se puede hacer,
pero al trote y sin comer,
se terminan las posturas...

Allí aprendio que el teniente,
no es uno de bigotitos,
que pasa con el autito,
para ver a la de enfrente,
porque ese de repente,
con el grito !cuerpo a tierra!,
hasta Colón te recuerda,
descubriendo el continente...

El no estaba acostumbrado,
a tener que obedecer,
y menos tener que ser,
el petizo de los mandados,
pero sargentos y cabos,
le sacaron en tres días,
la vagancia que tenía,
en el cuerpo acumulado...

El sol le tostó la cara,
y de tanto !sobre el hombro!,
fue notando con asombro,
que el fusil ya no pesaba,
las manitos delicadas,
se le tornaron callosas,
y hacía sonar las baldosas,
cada vez que se cuadraba...

Poco a poco entro a querer,
hasta el sargento primero,
y fué el teniente un compañero,
que lo hacía obedecer,
sin hacerle comprender,
de que era un superior,
y sin notarlo, sintio
cariño por el cuartel...

Y fue una tarde, cualquiera,
que volviendo del campito,
traspirado, tostadito,
y levantada la visera,
sintió nacer esa fiera,
que escondemos en el pecho,
cuando en el mastil derecho,
vio flamear nuestra bandera...

Es que a veces no podemos,
expresar nuestro sentir,
porque es difícil medir,
hasta donde la queremos,
pero por dentro sabemos,
que hasta el alma se agiganta,
cuando pasa azul y blanca,
con los colores del cielo...

EL RUSITO de Héctor Gagliardi

Más vivo y calculador
que toda la clase junta,
no prestaba el sacapuntas
sino a cambio de un favor.
Lo nombramos tasador
en la compra de baleros,
porque el padre era mueblero
y el hermano lustrador.

Nunca lo pude pescar
en algo que no sabía,
porque adentro lo tenía
el deseo de triunfar.
Y lo veía estudiar
sentado en la mueblería,
sin oír la gritería
de nosotros al jugar.

Era el que siempre tenía
más flamantes las bolitas
y en tiempos de figuritas
la “difícil” conseguía.
Y en los recreos corría
no con afán de jugar,
sino por querer cambiar
lo que a él le convenía.

En los partidos rogaba
que lo pusieran de “wing”,
pero estudiaba el violín
y en lo mejor nos dejaba.
Y escrupuloso limpiaba
aquel estuche arruinado,
que en el arco había quedado
con la ropa amontonada.

Estando en quinto cayó
muy enfermo gravemente,
con médico diariamente
por un estirón que dio.
Cuando la madre me vio
que lo iba a visitar,
me empezó a acariciar
y en silencio lagrimeó.

Lo encontré más consumido,
la nariz muy afilada
cada vez que respiraba
se le escapaba un gemido.
Estaba como dormido...
un ratito lo miré
y temblando lo toqué
y me fui sin hacer ruido.

Me dio ganas de llorar,
verlo tan mal al “Rusito”,
caminando despacito
me quería serenar
y me detuve a pensar
que los celos que sentía
por todo lo que el sabía
los tenía que olvidar.

Entonces, el otro “yo”,
ese que hay aquí adentro,
que llaman remordimiento
en la puerta me frenó.
Y, aunque nadie me entendió,
volví en puntas de pie,
en la frente lo besé
y el “Rusito” me sonrió.

Salí de la mueblería
como si fuera vacío,
un algo que daba frío
vergüenza... yo no sabía.
La gente iba y venía
y hasta alguno me empujó,
pero yo pensaba en Dios
y en mi amigo que se iba.

Pasó el tiempo, se curó,
volvió a ser el primero
y fuimos tan compañeros
como nadie imaginó.
El soñaba ser Doctor,
ver la chapa lustradita
y yo en ser como Ochoíta,
¡aquel “crack” gambeteador!

La vida nos fue llevando
por caminos diferentes...
“El Rusito”, tenazmente,
llegó a médico luchando
y yo, sigo soñando.
Pienso en él, la mueblería,
y otra vez como aquel día...
ya me ven... estoy llorando.

CINCO GUITAS de Héctor Gagliardi

El guardapolvo planchado,
los libros debajo 'el brazo;
mi vieja daba un vistazo
a la raya del peinado;
los zapatos bien lustrados
y, con un beso a la abuela,
me iba para la escuela
con otro pibe de al lado.

Empezaba la lección
y yo a mirar la maestra,
porque ese día en mi "testa"
no entraba la explicación,
pues en el bolsillo, a un rincón,
debajo de las bolitas,
¡compadreaban cinco guitas
alegrando el corazón!...

En que los había ganado,
no lo podría decir...
tal vez en ir o venir...
quizá de algún mandado...
de algún vuelto olvidado
al volver del almacén...
la cosa es que, mal o bien,
esos cinco habían quedado.

En qué podía gastarlos,
¡lo tenía que pensar!
No era cuestión derrochar,
ni tampoco de guardarlos,
pues si llegaba a encontrarlos
mi vieja de refilón...
¡tomaba declaración
y eso había que aclararlo!...

Si los gastaba en masitas
o en un turrón japonés,
me lamentaba después
por no comprarme bolitas.
Y en la alcancía maldita
-que nunca pude romper-,
yo tenía que poner
lo que "daban las visitas".

Las horas iban pasando
hasta sonar la campana;
mi maestra, muy ufana,
con el grado iba marchando
y yo, que iba apurando
por gastarme aquella guita,
me frenaba un: -¡Señorita!
¡este niño va empujando!...

¡Felicidad de esos días
que hoy me llenan de emoción!
¡Siendo "mano" de ilusión
revoleaba mi alegría,
porque en el alma tenía
yo también mi cinco guitas!...
Y en tres "secas" seguiditas
me dejaron en la vía...

Y hoy que hago una estirada
en el arco del recuerdo,
mi corazón, wing izquierdo,
me hace un gol "de cachetada"
sobre el umbral de la Nada
y a seguirla hasta la Muerte:
Cinco guitas... yo, mi Suerte,
me la juego a la "tapada".

lunes, 10 de agosto de 2009

LA MAESTRA de Héctor Gagliardi

Tan buena como mi vieja
y como ella nerviosa,
de las que agrandan las cosas
y que por nada se quejan.
Tenía entre ceja y ceja
esa cuestión del aseo
y en lo mejor del recreo
revisaba las orejas.

Decía que un pajarito
al oído le nombraba
los niños que conversaban
cuando salía un ratito.
Y si un grandote de quinto
armaba la tremolina,
parecía una gallina
cuando tiene los pollitos.

Nos tomaba la lección
siguiendo el orden de lista
y obligaba con la vista
a seguir con atención;
Yo era medio remolón
porque andaba por la "G"
y cien veces me chasquié
al preguntar de a traición.

Se pasaba todo el día
prometiendo malas notas
y que en vez de la pelota
estudiaran geometría.
Era mujer... ¡que sabía
de un golazo de boleo!...
por eso es que en el recreo
los muchachos se reían....

Pero un vez se enfermo
y mandaron la suplente
que enseñaba diferente
y hasta un día de "usted" nos trató;
Y nosotros ...¡qué sé yo!...
sería mejor maestra
pero fieles a la nuestra
declaramos el boicot.

Y cuando vino al grado
después de la enfermedad
nos pusimos a gritar
que casi la desmayamos
y cuando vio tantas manos
que la querían tocar
de floja se echó a llorar
y nosotros la imitamos.

¡Ah! ¡Pobre maestra mía!
¡cómo estarás de vieja!...
Revisame las orejas
soy un chico todavía.
No sabes con que alegría
quisiera volverte a ver:
no me vas a conocer
pero entonces te diría:

Yo ocupaba el tercer banco
al lado de la ventana
el que abría las persianas
cuando el sol no daba tanto.
El que se ahogaba de llanto
el día que te dejó
y que nunca te olvidó
y es por eso que te canto.

Vos sos la dulce canción
de la edad que ya se fue
hoy he venido otra vez
para darte la lección:
Preguntame de a traición
maestra del cuarto grado
que cuanto me has enseñado
lo llevo en el corazón...

Querida suegra de Héctor Gagliardi

Señora doña Romilda
"sargentoni de inflamable",
le extrañara de que hable,
pero su yerno respira
porque el aire se lo fían
en una estación de engrase.
Espere de que descanse...
¡no hablo hace quince días!...

El hombre nunca escarmienta,
mire, que se lo avisan
unos, con la sonrisa,
otros, que se lo cuentan,
los parientes que comentan,
las caras de los casados...
pero uno es obstinado
y el que la busca encuentra.

La culpo de alevosía,
y también de ensañamiento;
ya el día del casamiento
me dijo con ironía,
señalándome a María:
«No sabe lo que se lleva.»
-y si uno lo supiera-
¡qué hombre se casaría!...

¡Cómo tendría al finado,
a ese mártir de su esposo,
cuando el Todopoderoso
se lo sacó de su lado!...
Señora, yo me he casado
para vivir con María,
y usted firme todo el día,
dele franco a este soldado.

La noche que me casé,
por poco viene conmigo
si no le agarra el vahído.
¡Qué linda luna de miel!
Y después lo que aguante:
no podía vivir sola,
que el corazón, que se ahoga,
¡si la que ahoga es usted!...

Usted marca mis llegadas,
mis salidas a la calle,
no se le escapa un detalle;
me controla las pisadas,
despierta a la madrugada
no le gusta hacer la siesta,
y en lo mejor de una fiesta
me viene con la puntada.

Su hija, pobre María,
se aflige y no dice nada;
usted la tiene aplastada,
ella, quiere ser más mía.
Cocinar lo que le pida,
qué importa que no este a punto
y comer juntos bien juntos,
y sacarnos la comida...

Darle un beso por sorpresa,
y si la agarro, la estrujo,que me diga:
«Sos un bruto,no tenés delicadeza.»
Para usted serán torpezas,
pero... usted ya lo hizo antes,
la moral se pone guantes,
cuando pasa los cincuenta...

Porque usted, sin ser viejita,
yo sé que le falta algo
para olvidar el lumbago,
y el hígado que la irrita.
Es una cosa chiquita
que reparten las cigüeñas
y transforman a las suegras
en las dulces abuelitas...

¡Qué cosas tiene el Destino:
de una suegra guerrera
a una abuela que chochea
y hasta llora, sin motivo!...
Qué sorpresa que le dimos
¡Usted no se lo esperaba!...
Y yo... qué cosa más rara
¡Ni sé como hacer el nido!...

martes, 31 de marzo de 2009

Novio oficial de Héctor Gagliardi

Mirá ya estoy aburrido
De hacerte el novio Leonor
Si ya juré por mi honor
De que seré tu marido
No veo por qué motivo
Cada vez que te visito
Me encuentro:Al sur tu papito
Al oeste tu mamá
Al este el tío Tomás
Y al norte con tu hermanito.

Cuando yo me animo a hablar
Para decir que te quiero
Tu tío que fue bombero
Me lo vuelve a recordar
Tu padre lo hace callar
Para hablarme de camiones
Tu mamá de los riñones
Tu hermano de River Plate
Y vos, y vos en ves de animarte
Te pican los sabañones.

Cuando te agarro las manos
Tu madre te da el tejido
Si quiero hablarte al oído
Empiezan con: piano, piano...
Tu padre con el toscano
Sabiendo que yo no fumo
Me ametralla con el humo
Tu tío con otro incendio
Y tu hermanito en el medio
Jugando al oficio mudo.

Si no hay que podar la higuera
Me toca arreglar la radio
O la luz del cuarto baño
O pintar la pajarera
Cuando no es la chimenea
El timbre de la cancel
El domingo fui a comer
Me hicieron rayar el queso
Y yo no voy para eso
Lo tenés que comprender.

Cuando dije de ir al cine
Se descolgó tu familia
Pegados como estampilla
Por temor de que me arrime
Y pagué pa' que se aviven
Entrada, bombón, helados
Y cuando estuvo apagado
En lugar de tu carita
Le di un beso en la perita
Al bombero jubilado.

Tu madre ya fue a mi empleo
A preguntar cuánto gano
Y anduvo por todo el barrio
Averiguando si juego,
si trasnocho, cuánto debo
vida, conducta, Moral
la cuestión es que al final
por culpa de tu mamita
Hasta los pibe me gritan
Salute novio oficial.

Tu padre, tu padre que fije fecha
Tu tío que compre muebles
Tu madre lunes y jueves
Me muestra la ropa hecha
Tu hermano me tira flechas
Disfrazado de Cupido
Y me grita en el oído
La dirección del civil
Ni que fuese perejil
Para andar tan repetido.

Si este es el panorama
Que me ofrecen de soltero
Cuando me case me muero
De un síncope a la semana
Así que abrí la ventana
Que tu amorcito se vuela
Que no es Teodoro Portela
Quien te dará su apellido
Y andá, andá a buscarte un marido
Que aguante la parentela.