martes, 6 de enero de 2009

La Confesión de Arsenio Cavilla Sinclair

Aquí me tenés, vieja. ¿He tardado mucho?
Sí, ya lo sé; pero no es culpa mía.
Desde que vos te fuistes de la vida
han sucedido cosas, que barrunto,
son las que me han cambiao en un difunto
que tiene por cajón, la pulpería.

Hoy, apiadao de mí el sepulturero,
ha rebajado en mucho la ginebra
y he venido a traerte estas verbenas
qu'es tuíto lo que queda allá 'n el rancho
que casi está tapera... y los muchachos,
porque no están allí, por aquí no llegan.

Perdoná si no m'hinco pa'contartelo
que a contarte mi penar apura;
pero las chiquisuelas 'tan tan duras,
que sé que si llegara 'arrodiyarme...
¡con las ganas que tengo de quedarme
te iba achicar talvéz la sepoltura!

Zoilo, pelió un domingo en las carreras,
pero no te aflijás, ¡lo madrugaron!
y al ladito al sanjón del "Colorao",
ande deslinda el cuadro 'e los ñanduses,
le he clavao una cruz de caracuses
que emponchan de amarillo los retamos.

Lucio, tu regalón... vive y no vive;
en tropilla con otros compañeros,
por algo que no te cuento...
¡porque es fiero!ha dejao de ser hombre
pa' ser número,d'esos que se pudren
en los húmedos calabosos
de allá ¡de Tierra del Fuego!

Y aquí en el tirador traigo una carta,
que vino a remachar esa condena;
'ta tal cual la encontré la noche aqueya
sobre del catre ande dormía Eduviges,
y calculando lo que en ella dice,
no he querido que nadie me la lea.

Recuerdo bien, que en tu última boquiada,
"¡Cuidame los muchachos!", me dijistes;
yo hice un esfuerzo grande pa' cumplirte,
pero el destino s'empeñó en torserlo...
y tan sólo ha quedao, ¡lo que estás viendo!
de aquél nido de amor que conocistes.

Porque no sé resar, por eso no reso;
porque no sé llorar, por eso no lloro;
y queriendo quedarme te abandono,
porque hace tiempo el corazón me dice,
que ha de llegar un día hasta el boliche...
¡el ventajero que difuntió a Zoilo!

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