martes, 31 de marzo de 2009

Esa porfiada fé de José Larralde

Cuando la bronca me baja por las manos,
una vez y tantas veces,
y una baba procaz se cuaja en mis orgullos,
me estalla la idiotez, y me destruyo,
desde más abajo de las huellas que me borraron
antes de nacer mis dias.

Miro pasar el aire desesperado y quieto,
quisiera que estuviera en mis pulmones,
pero me ahogo, y quiebro el último porqué,
la última noción de una derrota
que transitó la gloria de algún sueño,
de algún deseo ingenuo, muy adentro,
tan adentro que parecía miedo,
igual que el miedo a perderlo todo,
cuando no hay nada más que nada en juego.

Cuando la bronca, dije, y digo, bronca,
en el más alto anuncio del castigo
que se quedó conmigo,audaz, autoritario,
fastidioso,justamente conmigo,
que tuve fe,esa porfiada fe de dar cobijo
en el más amplio espacio de los siglos,
justamente conmigo, siento bronca.

Soy trabajador, soy el destino del hambre de mis hijos.
Ya no doy más perdón, porque no tengo,
ni sudor, ni paciencia, ni hago ritos.
Si bajaran los santos me dirían
que ya no hay domingo, porque ya no hay lunes,
y en los sitios donde nacen los callos... hay despidos.
Miro pasar el aire, desesperado y quieto,
¿dónde tengo el amor?, ¿dónde estará mi sombra?
¿cuál es este lugar donde muere esta hora?,
¿dónde estará aquel credo del que me habló mi madre?.

Cada portón que miro,
me aplasta esta cara de portón que conseguí
golpeando cada portón que ví.

¿Qué pecado mortal cometieron mis antes?,
que ha llegado hasta mi esta factura impaga.
Me someto a gastar la razón de mis dudas,
y arrebato mi sangre.
Sobre esta yaga infame que me desglosa el hueso,
y me infecta, y me traga...
Esa porfiada fe... no valió nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario