miércoles, 11 de febrero de 2009

Santo remedio de Abel Soria

Lucas Collazo Balao, vecino de Juanicó,
durante un tiempo vivió constantemente mamao.
Le gustaba ir al poblao con su bataraz de riña,
gallito que era “una viña”por los pesos que le daba,
pero siempre regresaba pasao en la caipiriña.

Mal dejaba la gallera garganteaba sin medida,
y al volver a su guarida se armaba la pelotera,
porque frente a esa manera de chupar como un caballo,
su china, en vez de “hacer callo”, se le puso medio potra;
y así entre una riña y otra cansó a la china y al gallo.

La desgraciada patrona, siempre sola, pobrecita,
tuvo un día la visita de su madre sargentona.
-Tu esposo duerme la mona?-No mamá, Lucas Collazo
salió otra vez tempranaso rumbo a Villa Guadalupe
con las finanzas pal “chupe”y el bataraz bajo el brazo.

La doña, pensando el modo de algún reposo ejemplar,
no se fue sin esperar el regreso del beodo...
Lucas, viendo doble todo: su sombra, su bataráz,
trillo, luna, y además viéndoselas él muy negras,
volvió al rancho, vio dos suegras y no tomó nunca más.

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