miércoles, 11 de febrero de 2009

Alma de perro de Enrique Maroni

Yo tenía un perro cariñoso y bueno
que era en mi bohemia compañero fiel...
¡Cómo me quería! Sabe Dios el alma
de qué novia muerta estaría en él

Si había un mendrugo, era para ambos,
si un abrigo había era para dos...
¡Cuántas cosas tristes presenció mi perro,
fue el mejor testigo que hubo en mi dolor!

Cuando una alegría quizá equivocada
hasta mi pocilga acaso llegó,
ahí estuvo siempre, feliz y contento
para compartirla junto a su patrón.

Pero un día aciago, más triste que otros,
mi único amigo enfermo cayó
y alguien, entendido en cosas de perros
dijo: "No hay remedio, envenénelo"...

¿Cómo envenenarlo? Si aun es posible
que se sane el pobre...¿Me lo va a curar?
-No hay nada que hacerle, es caso perdido,
no ve que se muere, que ya no da más...

Lo miré un instante con onda tristeza,
empuñé el revolver, lleno de emoción,
certera la bala llegó a su cabeza
y una pena enorme a mi corazón.

Dobló las rodillas y sin una queja
con ojos vidriosos el can me miró,
se vino arrastrando en supremo esfuerzo
llegó hasta mi mano y me la besó

¡Qué remordimientos para mi conciencia
quedó desde entonces por el acto aquél!...
Jamás he olvidado el gesto del perro
compañero mío, tan bueno y tan fiel!

Tú has sido lo mismo, yo también fui el perro
que heriste a mansalva con una traición
y ahora, humildemente, te busco y te beso,
porque te has metido en mi corazón!

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