miércoles, 9 de septiembre de 2009

Claveles rojos

De mis cabras guardar, volvía al cortijo
Saltando entre peñas y matojos,
Cuando a mi moza vi, me llamó y me dijo
Que del amo de la hacienda vino el hijo,
Y ella quería lucir claveles rojos.

Al monte volví como a la guerra:
Con ceguedad, valentía y arrojo,
Porque al pasar con mis cabras y mis perro
Había visto en lo alto de la sierra
Una gran mata de claveles rojos.

Pero al llegar a lo alto de la sierra
Y entre las matas de una gran chumbera
Vi que la madre clavelera lloraba por sus hijos:
Los claveles rojos.

Sus hijos le robaron: ¿Quién sería?
Al cortijo volví lleno de enojo,
Triste, porque llevar ya no podía
Lo que mi moza amorosa me pedía.
¿En dónde encontrar claveles rojos?

De pronto me acordé que allá en la Ermita
Los mozos de los cortijos de hinojos
Habían llevado a la Virgen de la sierrita
Pensamientos y claveles rojos.

A la Ermita llegué ya reventado,
Fatigado, malherido y cojo,
En mis manos tomé el manojo armado
Y al cortijo volví ya consolado,
Porque al fin encontré claveles rojos.

Corriendo iba, como un gamo,
Como un galgo saltando los rastrojos,
En el camino encontré a mi amo,
Y me dijo: -Zagal, véndeme el ramo.
¿Cómo, venderle los claveles rojos?

-Me lo perdone el amo – hube de decirle-
Fatigado, malherido y cojo,
Quedó este pobre cabrerillo humilde,
Para poder llevar a su Matilde
Este ramillete de claveles rojos.

-¿ A tu Matilde has dicho? Anda y retoza,
Que si por ella te has quedado cojo,
Vete a curar a tu escondida choza,
Porque, óyelo bien: solo a esa moza,
He de llevarle yo, claveles rojos.

Pasó por mí no sé qué cosa mala,
El señorito me clavó los ojos,
Se abalanzó hacia mí como una bala,
Y me destrozó el ramillete de claveles rojos.

Al cortijo corrí, salté tres bancos,
Preñados de lágrimas iban mis ojos,
Allí vi una mata de claveles blancos,
Los tomé, y me los llevé al campo
Para transformarlos en claveles rojos.

De ideas malas llevaba un enjambre.
Al ver al amo una nube me cegó los ojos,
Mi puñal en su pecho hundí con hambre,
Los claveles blancos empapé en su sangre,
Y a mi moza llevé… ¡claveles rojos!

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